Te echo de menos, como explicas si no las ausencias en mi
cama, la detallada vida que ya no me encuentro cada mañana al despertarme y que
lleve puesta tu ropa que todavía huele a ti porque me da miedo que se me
escapen los pocos recuerdos buenos que te guardo, no porque fueras un cabrón,
solo es que necesito maltratarte para olvidarte.
Y sí, soy una estúpida, alguien como yo jamás debería
fijarse en alguien como tú, que me gusta el drama, saltarte en la espalda desde
la cama y que me tires contra ella como solo tu bien sabes hacerlo, y no sé si
es que el sexo contigo es adictivo o es que soy tan idiota como para quererte
aún a sabiendas de que no vas a venir.
Empezar fue un error tan grande como continuar, tirar de la
manta y de un nosotros que siempre fue más tuyo conmigo pero con el que al
final me quedé yo porque, supongo, soy bastante idiota.
Y ni siquiera sé que hago escribiéndote algo, como si a ti
te importara en los más mínimo que he vuelto a llamar a mis fantasmas para
sentirme un poco menos sola a la hora de dormir, que doy mil vueltas por que
noto tu ausencia en el lado derecho de la cama, justo entre yo y la puerta para
que ahuyentes mis miedos, y venga, los dos sabemos que los hemos alimentado
hasta doler.
No voy a echarte la culpa, si yo soy más culpable que tú,
sólo yo podía tirarme de cabeza contra la pared. Decidí que no iba a importar
el dolor si llegaba a quererte, pero si, importa, importa mucho.
Si fueras medio normal… (probablemente no me gustarías)