miércoles, 9 de septiembre de 2015

De tanto echar de menos me hago polvo.

Te echo de menos, como explicas si no las ausencias en mi cama, la detallada vida que ya no me encuentro cada mañana al despertarme y que lleve puesta tu ropa que todavía huele a ti porque me da miedo que se me escapen los pocos recuerdos buenos que te guardo, no porque fueras un cabrón, solo es que necesito maltratarte para olvidarte.
Y sí, soy una estúpida, alguien como yo jamás debería fijarse en alguien como tú, que me gusta el drama, saltarte en la espalda desde la cama y que me tires contra ella como solo tu bien sabes hacerlo, y no sé si es que el sexo contigo es adictivo o es que soy tan idiota como para quererte aún a sabiendas de que no vas a venir.
Empezar fue un error tan grande como continuar, tirar de la manta y de un nosotros que siempre fue más tuyo conmigo pero con el que al final me quedé yo porque, supongo, soy bastante idiota.
Y ni siquiera sé que hago escribiéndote algo, como si a ti te importara en los más mínimo que he vuelto a llamar a mis fantasmas para sentirme un poco menos sola a la hora de dormir, que doy mil vueltas por que noto tu ausencia en el lado derecho de la cama, justo entre yo y la puerta para que ahuyentes mis miedos, y venga, los dos sabemos que los hemos alimentado hasta doler.
No voy a echarte la culpa, si yo soy más culpable que tú, sólo yo podía tirarme de cabeza contra la pared. Decidí que no iba a importar el dolor si llegaba a quererte, pero si, importa, importa mucho.

Si fueras medio normal… (probablemente no me gustarías)