sábado, 10 de febrero de 2018

De la nada al ahora hay una sonrisa.

A toda esta falta de ganas le falta esperanza, supongo que me he desilusionado tanto, con tantos, que ya ni me sale intentarlo.
Asumo, eso si, que he alimentado las mentiras, las fantasías, y el deseo de, en el pasado; que he desgastado y exprimido los intentos, llegados a la hostia final, ha sido la más grande.
Así que ya no me creo nada, vacío los perdones igual que la vida que ya nadie me regala, no me creo nada (repito), y joder, a veces quiero, en serio, quiero, pero me falla el subconsciente, ese jodido fantasma que me susurra que nada es verdad, que una y no más, y hostia, tu siempre fallas.
El Karma nos ha quedado en positivo, y a veces la miro, como quien mira a una actriz en pantalla, y me pregunto que coño es lo que la aferra, si todavía algo la llama. En mi cabeza ya no queda nada, solo su risa.
Me gustaría volver a la ingenuidad de tus mentiras, de tus excusas, de la verdad a medias y las sonrisas, de mierda, y dejar de sentir la puñalada con cada mirada. Solo me hizo falta un día.
Sigo siendo la misma, me aplasta la realidad; sigo temiendo el momento de meter la llave en la puerta, por si la seguridad que me he construido se desmorona; incluso, a veces, miro debajo de la cama, no vaya a ser que vengan los fantasmas de antes de dormir; y claro, sigo pensando que si todo va bien, quizás, algún día.
Y sé que la frustro, que lo intenta, que sueña con, pero nunca, entonces se me llenan los ojos de lágrimas, me da ternura y caen y bailan, porque por una parte quiero darle las esperanzas que ahora mismo me faltan. Así que asiento, y le sonrío, le digo que es preciosa, que la quiero, que todo irá bien, y ella me mira, con la sonrisa de bien y un par de arrugas que la hacen aún más bonita, y ahí es cuando sé que lo sabe. Todo se reduce, no nos queda nada más que ella, jodida esperanza, y ahí, supongo, resurge.