Tengo el máximo exponente de cansancio metido en las ojeras, en la cabeza y mira, también en las piernas. Me estoy pasando todos los semáforos en rojo, no escucho los gritos que doy en mi cabeza y me sorprendo riendo de miedo.
He agotado la necesidad de, y me cuesta errores por minuto continuar erguida.
En mi pecho late algo, lo prometo, pero el algo presiona, acelera, corre y luego afloja, se me mezcla con eso que intenta saltar de mis pestañas, la traición del subconsciente.
Estoy cansada y no es de.
De verdad que ya no sé ni como.
Ojalá la próxima estación nos pille riendo, bronceando las maldades al sol, enseñando sonrisa y secando con calor cada gota, de esas que, ya sabes, atrapan la luz.