Durante meses he jugado a las escondidas, como el niño que
evita a la niña que le gusta, o como el enfermo que no quiere ver al médico en
busca de las malas noticias, más bien.
Tus hachazos en mi espalda no han funcionado, tus falsas
lágrimas ni tus mentiras, y tampoco, he de decir, mi indiferencia con el caso
que nos compete y que vengo a decirte sin que me leas.
Pero asumo, eso sí, cada paso que te gano, cada calada que le
saco a este cigarro, cada cerveza quemada, asumo, también, cada pérdida, cada
ojo, cada rutina, y la historia de sorprenderme ante y para, y aún con todo,
siendo cruel, no te asumo feliz.
No sería “esto”, es verdad, pero “esto” ha sido mío,
siempre, y ya te llevo indiferencias de ventaja.